La digitalización de la vida cotidiana

Breve aproximación de algunos usos en las redes sociales

"La tecnología no determina la sociedad: la plasma. Pero tampoco la sociedad determina lainnovación tecnológica: la utiliza" - Manuel Castells

Nos vamos constituyendo a partir de las prácticas sociales y de los discursos de nuestro tiempo. Estos discursos circulan por la sociedad dando cuenta de esas prácticas, de sus disposiciones coadyuvando a constituirlas. Intentaré dar cuenta de cómo nuestras prácticas actualmente están siendo atravesadas por el mundo digital, especialmente por las redes sociales.

Algunos de los cambios de esta digitalización de las relaciones sociales se observan al ver por ejemplo que, como autómatas, publicamos hasta los detalles más insignificantes de nuestra vida o estamos haciendo de la popularidad un nuevo concepto basado en la cuantificación.

El paso de comunidades globales con un cierto grado de control social a comunidades personales, fragmentadas e individualizadas es anterior incluso a la aparición de internet. La mayoría de nuestros contactos con quienes mantenemos una relación social estrecha, no están siempre físicamente cerca. La vida social está globalizada: es una combinación de relaciones de larga distancia y una participación constante en el hogar, en el vecindario y en el trabajo. Además debemos contemplar que para mantener estas relaciones, debemos exponer nuestros datos o hacer públicas cuestiones privadas. Todo esto es parte de las nuevas prácticas sociales digitalizadas que van conformando esta sociedad.

La customización de internet

La intención original de Internet era mejorar el acceso a la información y hacer la comunicación más rápida. Los motores de búsqueda nos acercan una biblioteca virtual, global, inmediata y casi infinita en nuestras manos en cuestión de milésimas de segundo; los emails revolucionaron las formas de comunicación haciendo invisible las distancias territoriales y el tiempo, como características intrínsecas de la globalización; y aunque suene pretencioso, las redes sociales revolucionaron la forma de vida. Resulta un cambio históricamente importante que al democratizarse los contenidos, estos junto con la tecnología pasaron a tener mayor preponderancia. Aún así nos preguntamos ¿qué más podemos hacer con esto que es, en apariencia, totalmente innecesario pero impresionantemente útil de todos modos?

La personalización de Internet era el siguiente paso lógico. Ya hemos democratizado la información, ¿por qué ahora no ser la información? Internet está lleno de nuestras caras, nuestros puntos de vista, nuestras palabras, nuestros saludos, en definitiva de nosotros mismos. Podemos debatir si somos realmente nosotros o si esa es una construcción simbólica que circula de nosotros, por lo tanto, en este escenario "nosotros" representará a toda interacción emitida conscientemente con el mundo digital. Pierre Bourdieu hablará del habitus como un conjunto de disposiciones (duraderas y transferibles) que condicionan la práctica, dejando un grado de libertad al agente para movilizarse dentro del campo. Es lo que el sociólogo llama libertad condicional. El habitus es la interiorización de las condiciones sociales de existencia, de la historia vivida y es lo que le da la posibilidad al agente de anticipar esa interacción con el mundo digital. Es decir la creación de sentido está condicionada por las reglas de lo social, lo que lleva la mayoría de las veces a un proceso de reproducción de estas condiciones a través de las acciones de los agentes. Por lo tanto, cualquier participación en el mundo digital no es ingenua, sino que es la exteriorización de un condicionamiento social interior.

¿Pienso, luego posteo?

Con la inclusión de las redes sociales se simplifican varios aspectos y se complejizan otros, como por ejemplo, que se transparentan conversaciones que anteriormente estaban ocultas. Ahora el mundo digital está oficialmente lleno de nosotros mismos. Sin embargo también se complejiza la relación entre lo público y lo privado que de un modo simplista, parece desvanecer la frontera entre uno y otro pero que en un margen que va desde la seguridad informática hasta el voyeurismo colabora para que internet se llene de nosotros y no quede solamente relegado a una conversación verticalista monológica, como venía siendo desde la década de los noventa y redefina la relación público/privado con nuevos parámetros.

Es notable en el último tiempo un pequeño salto en el uso de las redes sociales. Antes solían ser como una especie de cronista de nuestras actividades exponiendo públicamente lo que se está haciendo o pensando, si alguien se fue de mochilero o si se está en un bar estudiando. Ahora es una actividad legítima en sí misma. Hay un proceso de construcción de nuestras vidas online que se ha "normalizado" y se ha convertido en una actividad tan natural como trabajar, comer o hacer ejercicios. Para muchas personas, lo que solía ser una extensión de nuestra vida se ha convertido en una parte constitutiva de ella, soportada principalmente por el incremento del uso de tecnologías móviles. Quizá una de las características más llamativa de los medios sociales es la capacidad de viralidad que adquieren los contenidos. Los mensajes, como si de un virus se tratara, se propagan de boca en boca. Así es que dentro de este nuevo marco, se ha transformado en norma publicar permanentemente la actualización de la versión digital de nosotros mismos, anunciando al mundo todos los aspectos de nuestra vida: dónde estamos, qué estamos haciendo o pensando, qué nos gusta o disgusta, qué información difundimos, etc. Se podría decir que se trata de una prolongación en el espacio virtual de nuestra identidad.

Si bien es cierto que esto todavía no es un cambio masivo, existen muchos casos de dependencia a la tecnología. Para actuar en el mundo de las plataformas digitales, no tenemos que pensar las reglas. Hay una urgencia que lo impide ¿hay posibilidades de salir y no reproducir una práctica?

Famosos desconocidos

La necesidad es muchas veces la impulsora de toda invención creativa. Si bien esto ha sido durante mucho tiempo algo no cuestionado, esta frase fue perdiendo valor con la aparición de las redes sociales, los teléfonos inteligentes, las tabletas y otros componentes de las nuevas tecnologías. No es necesario informar a la gente de cosas que no necesita saber. Sin embargo, lo hacemos de todos modos porque podemos. La tecnología nos permite ser superfluos en un mundo donde hay información infinitamente más importante y más interesante para ser consumida. Y todo esto está cambiando nuestra forma de vivir tal como la conocemos. Cada vez que hay algún acontecimiento social que conmueve, internet se convierte en uno de los principales transmisores virales de la información y termómetro de la opinión pública. Y cuando algo nos sucede a nosotros, nos convertimos en una especie de pseudo-famosos, cuando obtenemos la mención de alguien, algún comentario y lo anunciamos a viva voz en las redes sociales como si esas personas que nos siguen, estuvieran sentadas delante de sus computadoras todo el día esperando a que nosotros lo publiquemos. Y tal vez lo estén. Pero el punto es si realmente nos escuchamos. La función catártica de las redes sociales aturde y convierte a este período de la historia de las comunicaciones en un narcisismo digital. La forma en la que participamos de una red social fue transformándose al punto de naturalizarse y convertirse en un acto casi irracional de la vida cotidiana.

La participación en las redes sociales es y será optativa a pesar de convertirse cada vez más en el acto mecanicista del autómata. La illusio como aquello que hace creer a los usuarios que vale la pena jugar el juego. Y una de las principales observaciones del uso de las redes sociales es que le dan voz a quienes antes no la tenían. Ya no estamos a merced de una comunicación donde nosotros consumimos contenido. Ahora nosotros somos el contenido. La elección de participar o no implica otro tipo de análisis.

La cuantificación hace la diferencia

El capital social para el sociólogo Pierre Bourdieu representa el conjunto de los contactos, relaciones, conocimientos, amistades que le da a las personas un mayor o menor lugar en la escala social, un poder de acción y de reacción más o menos importante, en función de la calidad y la cantidad de sus conexiones, de sus lazos con otros individuos cuyo perfil en términos de capital, bajo sus diferentes formas, presenta una fuerte similitud con el agente. Bourdieu define al capital social como "el conjunto de recursos actuales o potenciales que están ligados con la posesión de una red duradera de relaciones más o menos institucionalizadas de interconocimiento e interreconocimiento; o en otros términos, con la pertenencia a un grupo, como conjunto de agentes no solamente dotados de propiedades comunes (susceptibles de ser percibidas por el observador, por los otros o por ellos mismos) sino también unidos por lazos permanentes y útiles" (Bourdieu: 1990)

¿Qué es lo que le da prestigio a las redes sociales? La popularidad alcanzada: más seguidores en Twitter o más amigos en Facebook generan mayor capital social y simbólico acumulado. Ese prestigio no se mantiene fuera del mundo virtual. En el mundo no digital, nuestra relación con las personas cambia según el campo en el que estemos y la posición que ocupemos en él. La situación condiciona nuestro actuar y por lo tanto, reactualizamos nuestra identidad y nuestro rol permanentemente. Ahora bien, ¿cómo se podría pensar esta dinámica en el mundo digital? Como ya se explicó, este mundo se expande cada vez a mayores ámbitos de la vida privada y la pública, lo que obliga al agente a modificar su identidad virtual según la plataforma en la que interactúe. En otras palabras, este juego de máscaras se repite en ambos mundos.

Para terminar

"El tiempo pasa, nos vamos poniendo tecnos" - Sumo

Actualmente la información va mucho más rápido, el acceso es más eficiente y no hay necesidad de una cadena de gente y procesos para acceder a ella. A su vez, todavía no le damos real importancia a la información que compartimos en internet y no percibimos que esa información queda disponible conformando parte de nuestra identidad digital.

El ser humano se ha convertido en un espectáculo cuyo principal contenido es su propia cotidianeidad. Las redes sociales son un reflejo del mundo real donde ser usuario es pertenecer, es decir es "ser alguien" en el mundo digital y si no, te estás perdiendo "todo". ¿Qué es ese "todo" cuando la información que circula está toda al mismo nivel? Anunciar el nacimiento de un hijo es igual que un comentario sobre los lunes a la mañana, la foto de un gato y el link de una canción dedicada. Todo pierde jerarquía y desinterés. La novedad más relevante dura lo que tu resolución de pantalla te permita ver.

La democratización de contenidos hace que todos ocupen inicialmente el mismo lugar de protagonismo aunque en la vida real no suceda lo mismo. Con tal de sobresalir o de figurar somos capaces de exponer nuestras miserias, dolores e incapacidades en forma de espectáculo virtual. Sin embargo la digitalización de la vida también permite reinventar la identidad cada vez. Por otro lado las estadísticas personales te califican en función de los capitales social y simbólico: La cantidad de amigos parece haberse convertido en una galería de contactos recolectados a lo largo de la vida y calificados como amigos, seguidores o contactos según la red social donde se esté subscripto. La digitalización de los lazos sociales parece haberse transformado en una audiencia camuflada de amistad.

Bibliografía

  • Bourdieu, P. (1990) Espacio social y génesis de las clases (pp. 205-228) Sociología y cultura. México D.F: Grijalbo.
  • Bourdieu, P. (1997) Prefacio (pp. 7-10) y Espacio social y espacio simbólico (pp. 11-32). Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción. Barcelona: Anagrama.
  • Bourdieu, P. (1999) Las tres formas del error ecolástico (pp.71-122) y Violencia simbólica y luchas políticas (pp. 217- 271). Meditaciones pascalianas. Barcelona: Anagrama.
  • Bourdieu, P. y Wacqant, L. (2005) Una invitación a la sociología reflexiva. Buenos Aires: Siglo XXI editores.
  • Castells, M. (2000) La era de la información: La sociedad red (vol. 1) pp. 35. Madrid: Alianza (segunda edición).